Doce. Dramatis Personae: Los Ungidos de Waldemar








A la Atención del Conde Antonio de Medina:

Querido tío,
Aunque no lo creáis, estoy bien.
Se que sin duda me dais por muerto desde hace años y he de deciros que teníais  razón: La guerra nunca fue como la imaginaba cuando era niño.

Volviendo la vista atrás os estoy agradecido por todo lo que hicisteis por mí hasta  que escapé de casa. Sé que no teníais por qué hacerlo y por eso os doy las gracias.  Mi padre hubiera estado orgulloso de vos y cuando era joven fui demasiado necio  como para deciroslo a la cara pero vuestro amor me ayudó a crecer fuerte.

Los caminos me llevaron lejos de casa, no os preocupéis, pues viaje siempre  defendiendo el honor de nuestra casa y nunca caí en actividad criminal. En  cuanto tuve ocasión me alisté en un navío que partía  hacia la guerra en una  lejana tierra en busca de una gloria innecesaria.

Ahí conocí lo que era el calor de verdad y ví el desierto por primera vez, nos  llevaron a una ciudad donde bebimos y disfrutamos puesto que partíamos al  frente a los pocos días. Sus calles no se parecen en nada a Sarovir, y sus gentes  vestían los más extraños tocados mientras se transformaban en caballos  deformes.

Estuvimos pocas noches ahí. Tenía que haberlo disfrutado más, quizás haberme  enamorado y haber huido del ejército. No lo hice.

En los libros que me leíais nunca cuentan que un hombre defeca al morir, ni que  el olor que desprende el campo de batalla entre heces, sangre y fuego. Gracias a  vuestro entrenamiento duré más que algunos de mis compañeros, luché  valientemente, con honor hasta el final. Ellos nos superaban en número y pronto  traspasaron nuestras filas. Caí.

Desperté sin saber donde me encontraba ni quienes eran esas personas que me  llevaban. Recuerdo el olor a flores silvestres y preguntarme cómo podía ser que  las oliera. En ese momento pensé que moriría.

Nos dejaron en una extraña tienda, cada cual que se movía era más extraño que  los demás. Luego entendí que iban cubiertos para no asustar a los extranjeros y  que no se avergüenzan de quién son, pero en el momento me resultó extraño.  Seguía oliendo a flores, esta vez a rosas.

Aunque mis heridas eran menos graves que las de mis compañeros habían hecho  todo lo que podían me dijeron pero las heridas estaban infectadas, aunque quizás  hubiera una oportunidad para mi. En ese momento pensé por qué mi interlocutor  taparía su cara, luego entendí que la carne cambia cuando uno está ungido y al  igual que las flores la carne puede crecer en formas extrañas

Zlatko me contó que él fuera una vez un guerrero como yo, y como a mí a él se le  dió una oportunidad: renunciar a todos mis dioses y creer en nuestro Salvador el  Santo Infante. Me contó hacía años el Infante se sacrificó por todos nosotros, los  desgraciados. Que si aceptaba su fé y era ungido jamás sentiría dolor, mis heridas  no empeorarían y al final de mis días encontraría la paz en su Jardín.

Así pues renuncie a mi pasado y vi la tumba del Santo Infante, ahí Zlatko  introdujo su pulgar en una herida y lo posó en mi frente dándome el nombre de  Waldemarr. Pensé que jamás les hubiera creído si me hubieran dicho que vería  semejante jardín en medio del desierto.

Mucho ha pasado desde entonces, me he convertido en un guerrero curtido en  más batallas de las que hubiera podido soñar de niño. He batallado con mis  hermanos contra los hombres del Sultán, contra las hordas del Rey de Jade,  contra la gente pez del mar de plata y otros tantos enemigos que no creerías tío.  Mis hermanos siguen tratando de conquistar la ciudad del Sultán y consagrarla  al Santo Infante, pero a mi se me requiere lejos de ahí, en Sarovir.

Sé que os costará entenderlo, pero he visto cosas que os parecerán increibles:  florecer el desierto, a hombres cuidar a extraños y defenderlos, proezas  extraordinarias para la carne humana y todo ello por amor.

Ahora vuelvo a casa en una que consideraréis extraña compañía, pero todos son  mis hermanos. Os envío el anillo de mi padre en muestra de quién soy, no temáis  yo ya no lo necesitaré. No tengo intención de reclamar mis derechos de  nacimiento puesto que vuelvo a Sarovir en sagrada misión de difundir la palabra  del Santo Infante.

No os preocupéis que no os molestaré más, sólo quería deciros que os quiero y  gracias por todo.

Waldemarr el quemado,  

Nacido Eduardo de Medina y Ungido por Zlatko cara de pez.



Comentarios

Entradas populares de este blog

Veintiuno. Héroes y Aliens del Futuro Siniestro.

Dieciocho. Reglas de Héroes y Monstruos

Quince. Dramatis Personae: Los Desterrados