Dos. Reliquias de saber antiguo I: La Inquisición

"El pueblo desea vivir tranquilo. Pasar sus vidas tranquilas, sus quehaceres cotidianos, sus dramas cotidianos.

Para ello, los que vivimos en la sombra debemos mantener una lucha despiadada, una batalla sin cuartel contra fuerzas que escapan el entendimiento y la cordura.

El anonimato, la incomprensión y una muerte atroz más que probable es el precio que pagamos por esa tranquilidad.

Y así es como debe ser."


Alto Inquisidor Ligurius.


La Inquisición.

Este nombre apenas se pronuncia. Sus sílabas suenan con un eco de miedo y secreto. No se habla de él en voz alta: apenas se murmura, y se hace tras mirar en todas direcciones, para asegurarse de que ningún oído ajeno lo escucha.

La Inquisición es una organización secreta, heterogénea, formada por guerreros investigadores que buscan extirpar el mal del mundo. No existe una organización centralizada, no hay cargos, no existe un escalafón. Sus miembros viven dispersos, en muchos casos ajenos a otros grupos, ocultos a las miradas indiscretas, y sus acciones se encuentran siempre rodeadas en el misterio y el subterfugio.

Para llevar a cabo su labor de búsqueda, caza y eliminación, llevan a cabo pesquisas entre los lugareños pueblerinos, los testigos de sucesos inexplicables, los familiares de personas desaparecidas, y rastrean cualquier otra conexión o pista a través de la cual puedan encontrar a uno de los seres abominables que habitan en El Bosque, más allá de la gran ciudad de Sarovir y los pueblos de campesinos. 

Estos inquisidores llevan una vida solitaria y abnegada, siempre escondidos a la vista de la opinión pública y ocultando su elevada misión a los asuntos cotidianos de las gentes a las que desean proteger. Un inquisidor no busca la gloria o la fama, ya que su verdadero deseo es pasar desapercibidos a los males que pretenden cazar y erradicar así su amenaza, pero sin perturbar la tranquilidad del común de las gentes, para que puedan vivir felices, ignorantes de la realidad terrible que les acecha.

Para un inquisidor, este elevado fin siempre justifica los medios que sean necesarios. Es por ello que, en lugar de emplear bravos guerreros de brillante armadura, se rodean de toda clase de oscuros ayudantes para llevar a cabo su lúguebre misión. Desde malhechores hasta brujas poseedoras de arcano poder, toda criatura viviente no es más que una herramienta esperando a ser utilizada por las hábiles manos de la Inquisición.


Auto de fe de la Inquisición. Francisco de Goya, 1812-1819.

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